Lo cierto es que a día de hoy podríamos decir que ya no existe, al menos para todos los habitantes de este país.
En un País donde se excluyen a los inmigrantes del derecho a la salud, donde el derecho a la educación ya no es viable para todos dependiendo de de la capacidad económica para poder ejercerlo a ciertos niveles, donde la sanidad va camino de dejar de ser pública, dependiendo de los niveles de calidad asistencial a la que queramos acceder.
En un País donde el derecho a una vivienda depende de la voluntad de los bancos para tantos ciudadanos que sen ven desalojados de estas, mas los que nunca pudieron tenerla y en donde el derecho al trabajo más parece un privilegio que propiamente un derecho, un estado donde los niños van a la escuela sin comer, cuesta reconocer que vivamos en un estado de bienestar.
Lo cierto es que a mi me parece mas un estado propio del tercer mundo, hasta el punto que las grandes superficies ya se les permite vender producto caducado para a si capten esa franja de mercado que revolvía en sus contenedores, renunciando así, a cotas de seguridad del consumidor, por beneficios particulares.
Creo que en este país el estado de bienestar ya es algo de lo que hemos dejado de disfrutar pero a lo que tenemos que poner todos todo el empeño por recuperar, por que si que es viable, si que es sostenible, si las prioridades las marcáramos los ciudadanos y no dejásemos que nos las impusiesen los poderes financieros.
¿Como podemos hacer esto?
Esta es al pregunta del millón, para mi y en mi humilde opinión es imprescindible un profundo cambio de mentalidad, tenemos que abandonar el individualismo que nos infundieron con una idea tergiversada de la competitividad, e impregnarnos de colectivización y colaboración, para implantar el mayor nivel posible de cooperativismo. Tenemos que hacer lo primero asociaciones de consumidores, tenemos que juntarnos y negociar nuevas condiciones de venta de producto, véase como ejemplo la conseguido por la OCU al aglutinar a cerca de medio millón de usuarios e ir juntos a la subasta de energía (http://www.publico.es/dinero/476117/la-primera-compra-colectiva-de-luz-permitira-a-300-000-hogares-ahorrarse-49-euros-en-la-factura).Esto es extrapolable a otros productos y a otras escalas, ¿ me pregunto que oferta de telefonía móvil obtendríamos si todos los habitantes de un barrio nos pusiéramos de acuerdo para contratar servicio?
En resumidas cuentas se trata de buscar el mayor número de aglutinantes posibles en pos del mayor beneficio común, olvidando la particularidad y dejando a un lado quién se beneficia mas, por que beneficio obtengo dentro de un colectivo, comparandolo con lo que tengo actualmente a modo individual. Las carteras de clientes valen dinero, no las regalemos ni dejemos que otros se beneficien de ellas, hagamos que reviertan sobre los que las conformamos. Desde este punto y si fuéramos capaces de encontrar los aglutinantes adecuados para ser de forma mantenida un colectivo suficientemente numeroso e incentivado por la cuotas de mercado que implica el mismo colectivo, sería sencillo dar el siguiente paso hacia el cooperativismo, para que la colectividad no solo sea una fuente de abaratamiento de productos si no también fuera capaz de producir para que la mayor parte posible de las ganancias, frutos del mercado que significa el colectivo revertiera en este y tambieèn aportase riqueza a través de los puestos de trabajo que estas cooperativas generarían. Hablo de cooperativas porque entiendo que es la fórmula menos arriesgada de hacer frente a la competencia de producto externo al colectivo, pero para nada se marginaría la iniciativa individual dentro de este, como tampoco se trata subvencionar a nadie, ya que tanto cooperativas como particulares tendrían que igualar en calidad y precio la oferta de producto externo.
En conclusión, si queremos defendernos de los poderes que ahora nos manejan olvidémonos de cuestiones ideológicas, esto es una guerra de números.
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