Los hechos recientemente sucedidos en Lampedusa, deja al descubierto la verdadera posición en que se encuentran la relaciones entre el mal llamado primer mundo y el tercero. No nos engañemos la frontera existe y las leyes fronterizas también, son imprescindibles para que desde el tercer mundo sigan llegándonos a precios miserables, las materias primas que necesitamos para que en el primero sigamos viviendo al nivel que en el tercer mundo solo pueden soñar.
Podemos apadrinar niños, podemos colaborar con mil y un ONGs, ir de misioneros, ir de voluntarios, pero no podemos permitir que se escapen, necesitamos que sigan en el infierno, cobrando sueldos entre 100 y 600 euros anuales, para que nosotros podamos vivir holgadamente.
Bendito hambre que alimenta la inestabilidad que nutre nuestras industrias armamentistas, bendita también por que somete a las personas en condiciones de esclavitud en minas infrahumanas que abastecen nuestras factorías, bendita miseria que es la argamasa donde se fraguan las grandes fortunas y mantiene álgidas nuestras bolsas y mercados.
Que cinismo el nuestro, ahora resulta que nos importan 300 náufragos muertos de desesperación, cuando ni nos inmutamos por los miles que mueren diariamente por el hambre y la miseria por falta de recursos. Cuanta hipocresía, nos rasgamos las vestiduras por los que fallecen intentando saltar los muros que fortifican nuestro mundo, pero seguimos consumiendo enloquecidos, los productos rebosantes de sangre fresca que nos sirven los que se valen de la explotación infantil, de enfermos, ancianos y muertos de hambre para producirlos. Llevamos cuando menos décadas de espaldas al tercer mundo o para ser mas exactos sobre las espaldas del tercer mundo, sin querer ni en un sólo momento bajarnos de ellas no sea que nos apeemos de este primero, desde el que nos podemos permitir como mucho se dadivosos con los que nos sostienen sobre sus flagelados hombros.
Me cago en la declaración de derechos humanos, pero sobretodo me cago en todos esos orondos personajes, que trajeados a la última y rodeados de escoltas, viven opíparamente a costa de las reuniones por que estos derechos no se cumplan en ningún lugar del mundo. La principal culpa la tiene mi cobardía, que me maniata e impide rebelarme, aunque en estos tiempos de crisis cada día esté mas cerca del precipicio al tercer mundo que de mantenerme en el primero, es el miedo el que me abotarga viendo como nos empujan poco a poco al precipicio e incluso alcanzando a ver como estamos cayendo por el abismo los primeros de la masa borreguil, balamos pero seguimos avanzando hacia él, obedientes a los pastores que nosotros mismos elegimos pero que se deben a sus señores, sin atrevernos a parar y mucho menos a retroceder.
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