Y es aquí donde mi sorpresa se vuelve asco, ante lo que las encuestas vaticinan como un triunfo de la intransigencia, con unos resultados absolutamente polarizados y que suponen en si mismos la exaltación de la antipolítica y el desacuerdo, ya que según estas, todos los votos se centrarán en apoyar posturas de yo tengo razón y donde los que presenten un programa con contenidos sociales que intente plantear soluciones a los ciudadanos, estarán fuera de juego por no retarse a muerte con el contrario, exhibiendo blasones y banderas para visibilizar lo mas posible lo irreconciliable de las posturas y lo inevitable de la contienda, la cual no puede resolverse mas que con el aplastamiento del contrario, para mayor y única gloria de la patria, sea cual sea la que cada uno defienda y sin importar en ninguna, para nada, el bienestar de sus ciudadanos.
Es también llegado este punto que que mi sorpresa y mi asco se vuelve desconfianza y me hace sospechar.
¿Y si este tamaño desatino y esta trepidante exaltación de la irracionalidad política no es tal y tan solo es una estrategia para eclipsar los procesos de corrupción masiva, que llevaron a la ruina y el endeudamiento de sus ciudadanos, a los que ahora toca desahuciar del Estado de Bienestar, que con tanto esfuerzo y lucha habían conseguido?
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